Valentino Rodolfo. 1895+1926. Castellaneta, Italia. La vida de este atractivo emigrante italiano, jardinero, bailarín y lavaplatos que dejó su país en 1917 para trasladarse a París, y luego a EE UU, estuvo marcada por la adoración popular —inconcebible si nos limitamos al terreno artístico: no fue más que un mediocre actor en filmes exóticos y aventureros—, y su muerte fue la demostración práctica de que el star-system no sólo había cuajado ampliamente, sino incluso que estaba entonces en su apogeo.

Había debutado en el cine, en modestísimos cometidos, en 1914, pero un papel en Alimony (1917, Flynn) hizo que se fijasen en él, aunque habría de esperar hasta 1921, con Los cuatro jinetes del apocalipsis (Ingram), para lograr fama mundial. Siguieron a éste sendos éxitos como La dama de las camelias (1921, Smallwood) o El caid (1921, Melford), y desde entonces su carrera fulgurante estuvo presidida por el genio de su segun da esposa, la diseñadora Natasha Rambová, quien hasta su separación en 1925 se convirtió en algo más que su sombra: fue la que dibujó su trayectoria futura, convenciéndolo para representar papeles de galán exótico, a menudo cruel, de fuerte virilidad.

Sus filmes futuros se contaron por éxitos: Sangre y arena (1922, Niblo), Monsieur Beaucaire (1924, Olcott), El águila negra (1925, Brown), El hijo del caid (1926, Fitzmaurice, su último trabajo).