Actores cinematográficos, sus filmografías
Cualquier persona, hombre o mujer, que interpreta un papel en una película. Por lo que se refiere al cine, este término goza de cierta resonancia debido a la popularidad de la que gozan los intérpretes, y frecuentemente su personalidad en la vida real constituye una representación, en la misma medida en que lo es su interpretación de un papel en una película (los actores lo son incluso cuando no parecen estar actuando).
En general, se puede distinguir entre el actor que aporta una personalidad cinematográfica similar a todos sus papeles, el actor que proyecta la personalidad individual del papel que interpreta, el actor que no aporta ninguna personalidad especial a sus papeles y el actor no profesional, que se utiliza para aportar verosimilitud a un personaje.
Laughton Charles. 1890+1965. Ulverston, Reino Unido. Ha sido uno de los grandes actores del siglo. Su humanidad desbordante y su rostro de bulldog pendenciero potenciaron intensamente su ejemplar talento teatral y cinematográfico, aunque con una ambigüedad de fondo siempre inquietante.
Debutó en el cine en el Reino Unido en 1928, pero sus dotes quedarían claramente en evidencia con el sonoro. En los treinta, y a pesar de su físico. fue el despótico Nerón, El signo de la cruz (1932 Cecil B. DeMille), y amante en La vida privada de Enrique VIII (1933, Korda, su único oscar), y no menos despótico apareció también en Rebelión a bordo (1935. Lloyd). Encarnó personajes de gran enjundia. como en Rembrandt (1936, Korda), Los miserables (1936, Boleslawski), Esmeralda la zíngara (1939. Dieter-le) o The Canterville Ghost (1944. Dassin).
En otros casos fue ejemplar villano (Arco de Triunfo, 1948, Milestone), héroe dubitativo (Esta tierra es mía, 1943, Renoir) o gruñona estrella de la judicatura (Testigo de cargo, 1957, Wilder, en la que mantenía un irritado duelo con su ama de llaves, Elsa Lanchester, su esposa en la vida real). A pesar de la mutua antipatía, trabajó con otro gordo ilustre, Hitchcock, por lo menos en dos ocasiones (Posada Jamaica, 1939, y El proceso Paradine, 1948), y en sus últimos años revalidaría su talento en Espartaco (1960, Kubrick). Además dirigió la más bella y sugerente muestra de los terrores infantiles que haya dado el cine: La noche del cazador (1955).
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