Actores cinematográficos, sus filmografías
Cualquier persona, hombre o mujer, que interpreta un papel en una película. Por lo que se refiere al cine, este término goza de cierta resonancia debido a la popularidad de la que gozan los intérpretes, y frecuentemente su personalidad en la vida real constituye una representación, en la misma medida en que lo es su interpretación de un papel en una película (los actores lo son incluso cuando no parecen estar actuando).
En general, se puede distinguir entre el actor que aporta una personalidad cinematográfica similar a todos sus papeles, el actor que proyecta la personalidad individual del papel que interpreta, el actor que no aporta ninguna personalidad especial a sus papeles y el actor no profesional, que se utiliza para aportar verosimilitud a un personaje.
Dean James. 1931+1955, Marion, Ohio, EE.UU. Pocas veces, a lo largo de la historia del cine, un actor ha hecho correr tanta tinta, y sobre todo si, como en su caso, su carrera consta de sólo tres papeles ínfimos y tres protagónicos. Tuvo, eso sí, la improbable suerte que a veces conceden los dioses: una vida corta y brillante, que supo apurar hasta el final en una oscura carretera en la que su flamante Porsche Spyder se empotró literalmente contra un árbol.
Tenía 24 años; su destino, unido a la notoriedad que le había otorgado su corta trayectoria profesional —turbado, desorientado héroe juvenil, un prototipo prácticamente inédito en el cine de su tiempo- identificó co él a toda su generación. Solo tres años antes había ingresado en el Actor's Studio y, de la mano de Strasber, se había convertido en la gran figura emergente del activo laboratorio teatral neoyorquino. Su primera aparición en las pantallas de televisión fue en 1950 en un anuncio publicitario de la bebida Pepsi-Cola.
Aparte de sus apariciones en el cine, hizo esporádicos trabajos en el teatro y en la televisión antes de ser elegido por Elia Kazan para interpretar al edípico, traumático protagonista de Al este del Edén el mismo año de su muerte, y, de hecho, sus dos películas posteriores fueron fúnebres monumentos a su memoria, porque se estrenaron cuando ya había muerto: Rebelde sin causa (1956, N. Ray) y Gigante la única en la que no había encarnado a un héroe adolescente y aquella en la que, probablemente, apuntaba el rumbo de su carrera futura. Vivió deprisa, y también deprisa se construyó su leyenda: en sólo dos años, 1956 y 1957, se publicaron ocho libros sobre su vida.
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