Bergman Ingrid. 1915+1982. Estocolmo, Suecia.
Había trabajado profusamente en el teatro desde 1933, y también en el cine de su país (especialmente con Gustav Molander), cuando en 1939 fue llamada a Hollywood por David Selznick para protagonizar un remake norteamericano de Intermezzo. Lo hizo todo: fue Juana de Arco. psicoanalista enamorada en Recuerda, espía para expiar culpas ajenas en Encadenados, monja en Las campanas de Santa Maria, republicana española en ¿Por quién doblan las campanas?. esposa atribulada en Luz que agoniza (primero de sus tres oscars), y ante todo fue la inolvidable lisa en Casablanca, en la que, como nunca antes y nunca después, sus ojos brillaron por un amor tan apasionado como imposible.

Ese fue su principal personaje: la mujer enamorada, de belleza perfecta y pasado turbio (Arco de Triunfo), siempre dispuesta al sacrificio. Tras larga y cruenta lucha, y a pesar del escándalo, supo romper con Hollywood para irse a Italia a trabajar —y compartir su vida sentimental, con hijos nacidos sin casamiento legal— con el director de cine Roberto Rossellini, para quien haría sus mejores papeles en la pantalla: Stromboli, Te querré siempre, Europa 51. Regresó a EE UU en 1956, recibiéndola con los brazos abiertos (Anastasia fue su segundo oscar), y continuó sin mayores sobresaltos una carrera de éxitos que, tal vez no por casualidad, se clausuró —máxima actriz sueca trabajando con el mayor talento del cine de su país— con la bergmaniana Sonata de otoño, un papel escrito a la medida de su propia biografía. También hizo miniseries para televisión como Golda (1982), basada en la vida de Golda Meir.