Cartel de la película Crimen y castigo

Crimen y castigo | 1935

Todas las versiones que hemos visto meten el pasaje de la resurección de Lazaro -¡como en el libro!, alguna a añadido un padrenuestro…Joseph Sargent, 1998- pero nos encanta, -y recomendamos-, la versión hecha para Estudio 1 -Teatro, TVe, 1965- Crimen Y Castigo- Rodia, Julián Mateos – Aliona, Carola Fernán Gómez (madre de Fernando F.G.)- comisario, Tomás Blanco – Sonia, Mª José Alfonso y Alfonso del Real haciendo de Marmeladov ¡cojonudo!!. Dirección y realización, Alberto Gónzalez Vergel.
Otras versiones de la famosa novela, Crimen y castigo:
Crimen y castigo (2002)- producida y dirigida por Menahem Golan con Crispin Glover, Vanessa Redgrave y John Hurt.
Crimen y castigo (TV) (producida y dirigida por Joseph Sargent, 1998. Con Patrick Dempsey, Ben Kingsley y Julie Delpy.
Sin compasion, producida y dirigida por Francisco J. Lombardi, 1994 (Pancho Lombardi, Peruano). Con Diego Bertie, Adriana Davila y Jorge Chiarella.

Notas Pejinas: Famoso fragmento sobre la resurección de Lazaro. Cuarta parte, capitulo cuarto, del libro.
Sonia se acercó indecisa a la mesa después de oír, incrédula, lo que le pedía Raskólnikov. A Sonia aquel deseo le parecía raro. No obstante, la joven tomó el libro.
—¿Acaso no lo ha leído? —le preguntó Sonia, mirándole de reojo por encima de la mesa.
Su voz se iba haciendo cada vez más severa.
Hace mucho tiempo… Cuando iba a la escuela… ¡Lee!
—¿Y en la iglesia no lo ha oído?
—Yo… no voy. Y tú, ¿vas a menudo?
—No —musitó Sonia.
Raskólnikov sonrió.
Lo comprendo… ¿Así, pues, mañana no irás al entierro de tu padre?
Iré. La semana pasada también estuve en la iglesia… Encargué unos funerales. Por quién? —Por Lizaveta. La mataron a hachazos.
Los nervios se le iban poniendo de punta. La cabeza empezaba a darle vueltas.
—¿Fuiste amiga de Lizaveta?
—Sí… Ella era justa… solía venir… pocas veces… no era posible. Leíamos juntas y… hablábamos. Ella verá á Dios.
Aquellas palabras le sonaban raras; otra vez descubría una novedad: Sonia había tenido encuentros misteriosos con Lizaveta y ambas eran alucinadas.
«¡Tú mismo te volverás aquí un alucinado! ¡Es contagioso! », pensó.
—iLee! —exclamó de improviso, insistente e irritado.
Sonia aún vacilaba. El corazón le latía con fuerza, como si no se atreviera a leer. Casi con dolor miró Raskólnikov a la «desdichada loca».
—¿Por qué quiere que se lo lea? ¡Si usted no cree…!
—Lee! ¡Quiero que leas! —insistió Raskólnikov—. ¡leías para Lizaveta!
Sonia abrió el libro y buscó el pasaje. Le temblaban las manos, le faltaba la voz. Por dos veces comenzó y no fue capaz de pronunciar la primera sílaba,
—«Había un enfermo llamado Lázaro de Betania…» —pronunció, por fin, haciendo un gran esfuerzo; mas de pronto, a la tercera palabra, la voz le vaciló y se le quebró como una cuerda demasiado tensa. Le faltó el aire, sentía el pecho oprimido.
Raskólnikov comprendía en parte por qué Sonia no se decidía a leer, y cuanto más lo comprendía tanto más brusco e irritable se manifestaba en su insistencia. Se daba perfecta cuenta de cuán dificil resultaba a la joven descubrir su ser íntimo. Vio que aquellos sentimientos constituían en verdad el auténtico secreto de Sonia, posiblemente desde hacía mucho tiempo, quizá desde la adolescencia lado de su desgraciado padre y de su madrastra, loca de dolor, entre los pequeños hambrientos, sin oír más que gritos escandalosos y reproches. Pero al mismo tiempo vio sin equivocarse que ella, aún presa de angustia y de miedo por algo terrible, tenía deseos de leer y de leer precisamente para él, para que él oyera, en aquel momento, sin falta, «pasara lo que pasara luego)>… Así lo vio Raskólnikov en los ojos de la joven, así lo comprendió por la exaltada emoción que la agitaba. Sonia, con gran esfuerzo, dominó el espasmo de la garganta, que le había quebrado la voz al comienzo del versículo, y prosiguió la lectura del capítulo undécimo del Evangelio de San Juan. Así llegó al versículo decimonono:
—Y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para darles el pésame de su hermano. Entonces Marta, como oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; mas María se estuvo en casa. Y Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no fuera muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidieres de Dios, te dará Dios.»»
Al llegar a este punto, Sonia se ,detuvo otra vez, presintiendo, avergonzada, que de nuevo le temblaría la voz y se le quebraría…
en el día postrero.» Dícele Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» Dícele —y como si cobrara aliento, dolorosamente, leyó Sonia de manera clara y fuerte, como haciendo la propia profesión de fe para el general conocimiento de las gentes—: «…Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.»»
Se detuvo, levantó rápidamente los ojos hacia él, pero se apresuró a dominarse y continuó leyendo. Raskólnikov estaba sentado y escuchaba inmóvil, sin volverse, acodado en la mesa y sin mirar a Sonia. Llegaron al versículo trigesimosegundo.
—«Mas María, como vino donde estaba Jesús, viéndole, echóse a sus pies, diciéndole: «Señor, si hubieras estado aquí, no fuera muerto mi hermano.» Jesús, entonces, como la vio llorando, y a los judíos que habían venido juntamente con ella llorando, se conmovió en espíritu y turbóse. Y dijo: «¿Dónde le pusisteis?» Dícenle: «Señor, ven y ve:» Y lloró Jesús. Dijeron entonces los judíos: «Mirad cómo le amaba». Y algunos de ellos dijeron: «¿No podía este que abrió los ojos al ciego hacer que éste no muriera?»»
Raskólnikov se volvió hacia ella y la miró agitado. ¡Así es; sí! Sonia temblaba, sacudida por fiebre auténtica, real. El lo esperaba. Sonia se acercaba a las palabras que explican el grandioso e inaudito milagro, y .la dominó un sentimiento de triunfal majestad. La voz se le hizo sonora, como el metal; resonaban en ella notas de solemnidad y alegría, que le daban firmeza. Las líneas se confundían ante Sonia, porque se le puso como un velo a los ojos, pero sabía de memoria lo que leía. Al recitar el último versículo: «¿No podía este que abrió los ojos al ciego…», bajó la voz, transmitiendo, con cálido y apasionado acento, la duda, el reproche y la burla de los judíos incrédulos y ciegos que en seguida, al instante, como fulminados por el rayo, iban a caer, prorrumpirían en llanto y creerían… «Y él, él, también ciego e incrédulo, lo oirá, ¡también él, lo oirá y también él creerá, sí, sí! », soñaba Sonia y temblaba esperando aquel momento gozoso.«Y Jesús, conmoviédose otra vez en sí mismo, fue al sepulcro. Era una cueva, que tenía una piedra encima. Dice Jesús: «Quitad la piedra.» Marta, la hermana del que se había muerto, le dice: «Señor, hiede ya, que es de cuatro días.»»
Sonia acentuó con energía la palabra cuatro< —«Jesús le dice: «¿No te he dicho que, si creyeres, verías la gloria de Dios?» Entonces quitaron la piedra de donde el muerto había sido puesto. Y Jesús, alzando los ojos arriba, dijo: «Padre, gracias te doy que me has oído. Que yo sabía que siempre me oyes; mas por causa de la compañía que está alrededor, lo dije, para que crean que Tú me has enviado.» Y habiendo dicho estas cosas, clamó a gran voz: «Lázaro, ven fuera.» Y el que había estado muerto, salió… —leyó, alta y solemnemente, temblando y sintiendo escalofríos, como si fuera testigo presencial— …atadas las manos y los pies con vendas; y su rostro estaba envuelto en un sudario. Díceles Jesús: «Desatadle y dejadle ir.» Entonces muchos de los judíos que habían venido a María, y habían visto lo que había hecho Jesús, creyeron en El.»
Sonia no siguió leyendo ni habría podido hacerlo; cerró el libro y se levantó rápidamente de la silla .+.

Publicado por

Laredo

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